Muchos se han apuntado a la moda de experimentar con España, de hacer de España la mesa de pruebas en Europa de lo impuesto en otros lares. No es otra la intención, jugar con España a los experimentos con la excusa de no sé qué concepción de la democracia y la libertad.
Y así, los mismos que se llena la boca con su supuesta representatividad de la Patria, repudian su bandera, aplauden cuando no fomentan la ruptura de su unidad y despotrican hasta lo agresivo contra todo el que o lo que no esté de su parte, o no necesariamente contra el. Que te llamen fascista comienza a resultar jocoso viniendo de quién pueda provenir el pretendido insulto. Gentes que insultan alentados por otros "superiores", que se presentan como los nuevos ingenieros de la teoría, cuando con semejante y demostrado desconocimiento de la génesis del fascismo, merecerían ser tildados de alquimistas de la demagogia y la palabra barata y fácil. Las probaturas, pues, llegan bajo el anuncio de un resultado previsible: llevar lo flexible más allá del extremo de lo razonable. Y eso no es aceptable por rebasar lo ética, social y hasta lo políticamente compresible, léase, v.g., posicionarse facilitando la tarea a la ruptura de la unidad de aquello que se espera que defiendas, es decir, España. Toda una nueva concepción de la política que tiene en la incongruencia el fundamento de su ideario o, al menos, así se colige de sus actos. Es momento, entonces, de corregir, de tratar de evitar que el ímpetu de nuestro hartazgo, antes que nuestra propia razón, sea lo que guíe nuestra decisión. A tiempo estamos. España, en fin, ha de mostrar y demostrar que su experiencia democrática le ha servido y sirve para superar urgencias como la actual, y ser Ella la que se ofrezca a ser intervenida en pro de sí misma y no contra sí. La patencia de su Historia requiere hoy de su presencia
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Autor Antonio Palomar García (13/02/1969). Archivos
Agosto 2023
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