La política, consiste en hacer (o deshacer) las cosas mejor o para mejor, y predispuestas a ser mejoradas y mejorables. En tanto que la política es cosa de hombres, es ajena a lo perfecto, pues lo perfecto como me enseñaron, no es cosa de hombres, si no de Dios o de los dioses, y ni Dios ni los dioses hacen política o no, al menos, política de los hombres.
Mas la política también es cosa de relación entre los hombres y, en este sentido, hemos de saber ponerla de nuestra parte para que nos sirva para encontrar ese lugar hacia el que dar el paso hacia adelante, atrás o a un lado, y reencontrarnos en ese punto donde todos éramos mejores yendo todos juntos. Ocurre que es la hora de la verdadera política cuando nos encaminamos a uno de los peores momentos de la historia reciente de España, con el podemismo neo/proto-comunista pudiendo relanzar el experimento al que viene siendo sometida nuestra España desde hace unos años (España no es el campo de pruebas, sino el sujeto con el que experimentar), a base de un nuevo corpus legal cada vez más desarrollado, promocionando o aseando de cualquier forma de separatismo, en una operación de despiece o desmontaje de nuestra Patria que alcanzarán su cota más alta cuando la misma puede ser llevada a cabo desde despachos ministeriales liderados por los susodichos, o desde puertas secundarias desde las que realmente se (des)gobierne España, algo que comenzará a ocurrir en pocas fechas. Se trata de servirse de España como conejillo de indias de no sabemos qué cosa. Crear las condiciones (ya se están creando), para facilitar el desguace del Estado: los consabidos pactos con partidos separatistas y terroristas; la promulgación de leyes u condiciones pro-inmigración; la desconexión con los valores y principios seculares de nuestra Patria; la promoción de cualquier iniciativa antinatura y, generalmente, promuerte; el olvido de nuestras víctimas; la exaltación de regímenes de dudosa legitimidad democrática; la entrega a Europa sin vacilación… Es decir, toda una ramificación de sumideros por los que diluir la verdadera esencia de lo español y sustituirlo por no sabemos a costa de qué, pero, eso sí, muy gravemente cargado al debe de nuestra Libertad. Y todo enjaretado por esa pretensión de borrar del sentir colectivo su conciencia común de identidad española. (¿España? ¿Qué es eso de España?) Por ello, es ahora cuando la presencia de Vox en las instituciones, insulto tras insulto aparte, alcanza su verdadera razón de ser ante tanta inquina anti-española por parte, precisamente, de quienes habrían de estar ahí para servirla y engrandecerla. Porque Vox es la única representación política en nuestras instituciones que no se pliega a esta ola social-demócrata, o eso dicen para empezar, a la que, de un modo u otro, se han entregado el resto de fuerzas políticas, incluso aquellas que dicen representar a no sé qué posiciones conservadoras de nuestro país, llámense PP o Ciudadanos, enmascaradas de ideología liberal. ¡Mentira! Son la coartada perfecta para legitimar el avance hacia la peor época de España que se augura después de los últimos 80 años. Lo iremos viendo. De momento, aguardamos el desarrollo de una sesión de investidura que igual nos deja a todos en paños menores. Sea por España.
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Autor Antonio Palomar García (13/02/1969). Archivos
Agosto 2023
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