Así estamos, lo que antes rozaba lo inasumible, lo que circundaba la normalidad, hoy ha pasado a ser el fundamento de la corrección política, el eje de la acción de los gobiernos en toda su escala jerárquica desde el municipio al propio gobierno patrio.
Se ha confundido la modificación del sistema con el ataque y la pretensión de demolición de cuantas instituciones, valores, creencias, definieron lo que ha venido siendo nuestro estado de cosas desde hace décadas hasta hoy días. Y, lo peor, es la sensación de orfandad que el Gobierno de la Nación nos genera en esa gran parte de españoles que, a diario, vemos lesionados, cuando no dilapidados, aquellos derechos que constitucionalmente nos dimos y reconocimos décadas atrás. Se hace insoportable, indignante esta soledad en la que un gobierno que se dice, cuando le interesa de derechas, y ahora reformista sólo en un sentido, se halle absolutamente entregado a lo que quieran quienes le mantienen ocupando Presidencia y Consejo de Ministros, dejando mientras a su suerte a sus gobernados, especialmente a sus votantes, por mantener sus carteras. Estamos, pues, ante una situación en la que la depreciación de lo comúnmente aceptado, aquello que conforma el poso sobre el que se asienta nuestro forma cotidiana de vida, ha dado paso a la imposición de lo anormal como normal e, incluso, como norma a cumplir desde el mismísimo ordenamiento jurídico español. La religión, por encima de la aconfesionalidad de nuestra Constitución, las tendencias sexuales naturales, la defensa de la vida, la unidad de la Patria, el respeto por nuestros símbolos..., cualquier asunto que concierna a lo que una al común de los españoles se han convertido en "carne de cañón", tratando su sustitución, ora subrepticiamente ora desde el descaro, con el apoyo más que evidente de ciertos medios de información, decantados con el mismo descaro por la promoción de unas modas o tendencia de colectivos que, precisamente, no hacen del respeto que exigen para sí, su línea de actuación para con el semejante patrio. No se trata, en fin, de una crisis de valores. Los valores siempre estuvieron ahí, intactos, genuinos. Se trata de un ataque a esos valores por parte de quienes -apoyados por políticos, una veces golfos, otras cobardes, pues de ambas condiciones disfrutan-, se sienten "en su salsa", libres para atentar contra todo lo que siempre fue e inspiró nuestra Nación. Por ello, adquiere carácter de urgencia un golpe de timón social hacia propuestas en las que todo aquello de nuestra forma de vida que está siendo mancillado, se erija como por eje de actuación en su defensa y promoción, para volver a ver qué lo normal vuelve a ser lo normal, por más que ante los ojos de todo nuestro Continente resulte paradójico. Pero es que así estamos. A partir de ahí, siendo preciso el "¡basta ya!", hay que comenzar a actuar, a trabajar por derogar el estado de cosas contra el que sólo se propone demolición sin más alternativa. ¿Exagero? Miren a su alrededor
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Autor Antonio Palomar García (13/02/1969). Archivos
Agosto 2023
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