Saben los medios, y los que ordenan a los medios y los que pagan a los que ordenan a los medios, que Vox no puede ahora dedicarse montar una campaña para desmentir todo el cúmulo de falsedades que se han vertido desde casi todas las cabeceras de informativos (y desinformativos) con la finalidad de volver a enterrar al Partido de Santiago Abascal, mi partido y mi presidente.
No puede, pero podría. Porque sólo se puede desmentir lo que es mentira. Y eso los medios lo saben, como saben que Abascal tiene una tarea más importante, ingente me atrevo a escribir, como es la de fiscalizar toda la labor de Gobierno de los de Nuñez Feijóo, si llegara a confirmarse y conformarse esta opción, por ser Vox el principal valedor de que semejante mayoría se alzase como gobierno, quitándonos ya de en medio a una de las peores lacras que ha pasado a ESPAÑA en desde 1939, y miren que los españoles llevamos vividas situaciones tristes y trágicas en todo ese tiempo. Pero eso de que quien te tiene que defender y gobernar te quiera vender, desde Soros a Maduro, no lo entiende nadie. Y como los medios lo saben, se enrocan en su desdén derrotado y en su afán derrotista, que pretenden contagioso, de mentir cada día, y pasan rápidamente por la que es la única verdad para, raudos, echarse al fuego de la implosión de sus falacias. En medio, el silencio de Santiago invita a mirar hacia el botón rojo de nuestro mando a distancia del televisor o la radio, a poco que comience el soniquete de cualquier informativo o tertulia, en la que cualquier apelación a la presencia de Vox en la vida política española queda reducida a su mínima o nula referencia. Da igual la verdad. La verdad se inventa, y ese es el error de quienes olvidan la tozudez de la verdad. En virtud de su esencia y su desarrollo histórico, las líneas rojas, precisamente rojas, que se nos marcan a todos, en su extraño progresismo, acostumbran a acallar cualquier voz que apele a otra libertad que no sea la libertad regalada, la instituida, la falsa libertad que sólo llega hasta donde está permitido, como las apelaciones a Vox en los medios de comunicación españoles (reitero, casi todos). Con todo, como en las muertes previas de Vox, el silencio del de Amurrio será la guía de su despertar, si alguien piensa que alguna vez se durmió. Traduzcan silencio por trabajo, asunción de decisiones valientes y lealtad de los suyos, y despejarán la incógnita de una ecuación que, apúnteselo, procurará: de lo hecho mejorar lo bueno; y de lo mejor, sublimarlo con la mente, ni lo duden, siempre puesta en España. Con estas premisas, no quisiera estar en el lugar de quienes, llegado el momento (que llegará), rindan cuentas por lo vociferado y publicado en sus medios antes quienes se lo ordenaron y estos ante quienes les pagaron. Entonces, estos, todos estos, como cada día desde que Vox forma parte del panorama político español a finales de 2013, habrán perdido… definitivamente.
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Todo empezó con la autonomización de España. Ahí comenzó su atomización, su delimitación intraterritorial que dio inicio a cuanto sufrimos hoy de independentistas, golpistas y demás. Cada cual puso en marcha su propia maquinaria para que la fracturación nacional progresase a la mayor velocidad posible. Así aparecieron las primeras "dinastias" políticas autonómicas; los primeros varones de partidos políticos y los primeros grandes condicionadores del devenir patrio. Arrancaron las transferencias de competencias y, con ello, la descomposición estatal,la desigualdad interterritorial, la ruptura de la equidad entre españoles tan firmemente expresa en la Constitución que les daba y les sigue dando legitimidad. Y en medio de este panorama, apareció la corrupción (rara si es que existió) fue la Comunidad Autónoma que escapó de la misma. Y también el chantaje con la muerte de casi 1000 compatriotas por medio, para tratar de doblar el pulso a lo que quedaba del Estado (esa derrota y traición se dejó para más tarde, esperando a un gobierno endeble como el actual y algún otro no demasiado lejano). La disgregación nacional, la división de la Patria actual apunta a la culminación de un acuerdo de aquellos principios al aroma de una café... A dia de hoy, ya estamos viendo, se habla de desmoronamiento, de ruptura, de descomposición de España. Eso, que hay que recuperar, ya ocurrió, estaba previsto. Como lo está el hecho de la desespañolización, el hilo que aún conecta la relación de unas comunidades con otras, de unas regiones con otras, de unos españoles, al fin y a la postre, con otros. Se trata de hacer desaparecer cuanto una a los españoles. Ni el himno, ni la bandera, ni el idioma, ni las fronteras, ni la historia en común ni el futuro por vivir juntos tiene sentido. España se presta a todo porque España no importa. Somos el laboratorio de ideas ora de Europa (vía Estrasburgo o Bruselas), ora de la ONU (con su Agenda 2030) que parece haberse convencido que, efectivamente, África comienza justo por debajo de los Pirineos. Nuestra Justicia no es ni soberana ni independiente, es lo que digan los organismos internacionales (recuerden qué pasó con la Doctrina Parot en tiempos de Rajoy). Nuestra agricultura, nuestra ganadería, nuestra pesca han de someterse a lo que se derive de la Agenda 2030. Ya están viendo sus primeras consecuencias. Hay que permitir que abarroten nuestras tiendas lo que venga de terceros países, aunque sea sin garantías sanitarias, mientras se machaca día a día a nuestro sector primario. Pero recuerden, somos la España que nuestros gobernantes han decidido que sea, por acción u omisión, según convenga a quien quiera. Somos la España que desarma a sus fuerzas de seguridad y condiciona su actuación hasta lo ridículo para que el ilegal o el delincuente campe o ejerza a sus anchas. La España que estruja la legislación para justificar sin medida a quienes la quieren romper, con tal de mantener en el poder a quien la lleva a una ruina y a una irrelevancia internacional que causa perplejidad hasta entre quienes aprovechan nuestra endeblez para adelantarnos sin siquiera esforzarse, yo diría, que incluso sin planteárselo. Y en esas andamos. ¿Solución? Está en los españoles, en luchar contra el desistimiento hacia todo lo español al que nos quieren conducir. Una lucha que debe partir de valorar la coherencia en la actuación política que se mantiene en sus postulados y su concepto de España en todo momento. La que no dice una cosa aquí, otra allá y otra distinta acullá porque los intereses del momento así lo aconsejen. Eso es lo que nos ha traído hasta aquí. La historia de la diversidad, la pluralidad, la peculiaridad o la singularidad que divide y sólo une porque interese en un momento, han sido y perduran como los ingredientes esenciales para la desespañolización referida. Toda apelación al pasado es combatida y convertida en motivo de culpa para el español. Apelar al respeto y el enaltecimento de nuestra simbología nacional constituye motivo de encasillamiento fascista, de acusaciones pretender monopolizar lo de todos cuando la intención reivindicar lo de todos. Nuestra labor debe consistir en persistir en lo último a pesar de todo, por encima de todo. Este es nuestro día a día. Nuestro o el de cada cual, porque a saber si ya ni los días son lo mismo para unos que para otros. Cuando un hombre le abre los ojos y despierta a una Nación... Cuando las reuniones de un partido pasan de cuatro amigos alrededor de una mesa en la terraza de un bar donde les permiten reunirse, a auditorios y teatros que se quedan pequeños días antes de celebrarse el acto, es que a ese hombre le sigue gente que sabe hacer las cosas, que sienten y viven como él, que por delante de sí mismos han antepuesto muchas cuestiones personales, familiares y profesionales. Cuando ese hombre te trae el mensaje que esperas para cumplirlo, y te ha dado motivos para saber que lo va a llevar a cabo, y ese mensaje no tienen que ver más que con la coincidencia de un sentido que se hace común entre ambos, entre tantos ambos. Cuando lo que en tantas partes ni siquiera se impone, porque es de lo que cualquiera presume (su bandera, su himno, su Patria), la reivindicación de lo propio parte de la voz de ese hombre, y se hace y lo hace grande en cada compatriota porque consigue que cualquiera desempolve lo que nos une. Cuando es capaz de recuperar tanta esperanza impaciente por despabilar y recuperar de la mano de aquel que les ilusiona su propio futuro. Cuando tanto y tanto se luchó, se aguantó y se compartió la lucha por llevar a cabo un proyecto hecho desde las entrañas de un profundo amor por España, llega la hora de una reacción propia de una Nación que ansía acabar con tanta duda, con tanto rodear la situación para no afrontarla; con tanto eufemismo cobarde para no llamar a la cosas como son; con tanto esquivar la responsabilidad propia y arrojarse a brazos extraños obviando la capacidad propia para salir adelante por sí mismo, renegando de sí; renunciando a España. Si un hombre se ofrece a hacer su Patria Grande Otra Vez a pesar de enemigos, de cobardes, de veletas, de traidores, de ventrílocuos foráneos que hacen hablar a tu país de forma ajena a tu sentir, ese hombre merece la confianza de su gente y de quienes, a base de sentirse persuadidos por la razón que asiste a quien propone el amor a la Patria, por encima de tantísimas cosas y por puro sentido común, deciden seguirle, ponerse a su lado. Tengo fácil, con estos argumentos, decirles que yo conozco a ese político, a ese líder, a ese hombre que ha vuelto a despertar a España, mi Patria: Va de frente, sin alaracas ni tonterias, con la verdad y España por delante y en su mente. Se llama Santiago Abascal, (mi) Presidente y Candidato de VOX al Gobierno del Reino de España. ¡Viva España! Esta convivencia por conveniencia que se venía produciendo en Cataluña desde hace, redondeando, unos cuarenta años parecía no responder más que una estrategia basada en ir esperando el debilitamiento gradual de la Patria madre y aguardar el momento oportuno para ponerla en el peor de los bretes, hacer parecer a España la culpable de todo y la generadora de la obligación de la ruptura. Así, se ha esperado la crisis económica oportuna; el continuo y progresivo acobardamiento de los gobiernos de turno, ya fueran de supuestas izquierdas o derechas, incapaces de echar el freno desde La Moncloa; la aplicación “simulada” de la Constitución; el inflado de las arcas propias a costa de las de toda España; la sonrojante actitud de los mismos gobiernos españoles ante sus ¿socios? europeos, incapaces de obligar a devolvernos a tanto golpista cobarde huido para ponerles a disposición judicial. Súmenle, además, quizá lo más llamativo, un poder legislativo que durante año tejió el inmenso esparto legal con el que se fue auto-maniatando y se autoanulandose a la hora de actuar contra los propios peligros que le fueron dictando lo que tenía que hacer para no hacer nada. Cuarenta años, pues, una Nación gobernando y legislando contra sí misma, contra su unión, contra su integridad, caso único en el mundo que llaman avanzado. Y ahora, muchos, reclaman que se actúe cuando durante años se entregaron a los brazos del nacionalismo catalán (y vasco), concediendo cuanto les pidieron, control de cárceles incluidos, con tal de mantener el escaño y el colchón en La Moncloa. A cambio, como decía, la convivencia era conveniente. Mas lo conveniente dejó de serlo, porque les llegó su hora y había que evitar asumir posibles costos de nuevas crisis, muchos 3% que tapar, y comenzar a hacer efectivos los acuerdos nunca escritos a finales de los 70 y principios de los 80 de dibujar la frontera que ninguna verdadera explicación histórica trazó entre España y Cataluña, porque la Republica, esa Republica, nunca existió ¡idiotas! No había más convivencia que fingir, por más que fueran menos los que no la querían que los que luchan por ella porque Cataluña también, ni en mayor ni en menor medida, es su tierra. Y si para finiquitar la convivencia había que hacer de la violencia física, psíquica o social el instrumento a utilizar, no hay problema, se usa porque les legitima lo que hace tiempo parece que no nos contaron, para que todo pudiera continuar según lo previsto: demasiado café entonces para todos que, seguramente, también pagaron los mismos. Y ya lo han expresado, ante la indolencia más vergonzosa de quienes les debían callar, en unos de esos parlamentos que jamás debieron existir y que, a la vista de los acontecimientos, se crearon para ello: continúan en el camino de la ruptura y se erigen como promotores de otros rompimientos embriagados en su propia impunidad. Así como aquella vieja Yugoslavia o como la felizmente extinta Unión Soviética, la disolución de España la permitieron poner en marcha al amparo de los deseos de los de dentro, en busca de su pequeño califato, y de los de fuera, empeñados en reventar Europa haciendo entrar por España todo el sobrante de otras naciones, al albur del cuento de la solidaridad internacional, valiéndose de dirigentes títeres llegados hasta La Moncloa nunca en condiciones normales: atentados previos, mociones de censura con apoyos despreciables, etc., etc.. Llega pues el momento más trascendente de nuestra Democracia en el siglo XXI: los de siempre, para que todo siga su camino de traiciones excusadas en extraños eufemismos que digan que no es todo lo que realmente esta siendo, o aquellos que sin ambages, sin rodeos, sin mácula de corrupción o deudos de la justicia, reclaman la España Siempre apoyándose en la España Viva de cuanto patriota aún lucha por apartar de una vez nuestra Patria de todas aquellas manos bastardas. Nadie entiende de olvido como tú. Nadie sabe lo que es tener que estar esperando a ver qué le toca, qué cae de la mesa para ir tirando, como tú; y, como tú, nadie sabe lo que es tener que ver como se les envían presuntos Mesías, elección tras elección, para que su anquilosada situación permanezca como está desde hace… ni se sabe. Ahora Cádiz, otra vez, otra más y esta con el cuento de la repetición electoral, te vuelve a enviar el PSOE a Grande Marlaska para que le entregues su acta de diputado y regrese de nuevo al Congreso a rumiar su olvido de Cadiz desde, esperemos que no, su escaño en la bancada azul. Mas en esta ocasión, ya sabes a qué te expones si pretendes otorgar tu confianza a semejante cunero. Ese que sólo vendrá aquí a rebufo de todo en busca de justificar su acta, pero que detrás se habrá dejado promesas incumplidas y faltas de respeto, no a cualquiera, sino a nuestras propias Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en forma de #EquiparaciónYA no resuelta ni de lejos. Esos mismos miembros de nuestra seguridad que, a día de hoy, se la están jugando para mantener cierto grado de normalidad en las calles de Cataluña, que bien se podría solucionar con un par de ellos poniéndole unos grilletes al agitador de todo lo que ocurre hasta tanto se pueda detener al ventrílocuo que le mueve la boca. Pero Marlaska no tiene… valor, como tampoco quien le manda, para hacer lo que hay que hacer en este bendito País que se llama España. Y, mientras aquellos se la jugaban, el candidato del PSOE de Cádiz, se iba de cena… Es a lo que Cádiz se expone, a la vergüenza de volver a entregar en bandeja de plata el acta de diputado a un tipo que teniendo las calles regadas de incendios, se va de cena, a un restaurant de lujo. Deben estar prohibidos los tupperwares en el Ministerio, o no tendría quien le mandase unas croquetas, o no le gustarán las pizzas al Señor Ministro en funciones de comensal nocturno. El caso es que Cataluña se quemaba y el responsable de actuar elegido en Cádiz, cenaba. Apelé en la pasada campaña electoral, y en algún articulo escrito en este mismo espacio, al socialismo decente, al que ve lo que pasa y sabe que su decencia tiene mucho que ver con su orgullosa condición española antes que con su opción política. Me reitero en lo dicho entonces y les paso la pelota. Ya saben a lo que exponen a Cadiz, a mantenerla en el olvido y en la indigencia ante la burocracia, y a la vergüenza de haber sido ella la que elevara a los escaños aforados de la Carrera de San Jerónimo a quien Cádiz ni le va ni le viene. |
Autor Antonio Palomar García (13/02/1969). Archivos
Agosto 2023
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